Paseo nocturno

Se había saciado por fin de aquella peligrosa sed que emergió en él a altas horas de la noche. Sabía perfectamente que cazar en los alrededores de la escuela estaba prohibido por lo que haciendo halago de su sigilosidad salió airoso del centro y acudió a un pueblo cercano. No obstante, el problema se hizo cuando le tocó regresar, pues... Sin saber cómo terminó entre los parajes desiertos del cementerio.

Llovía fuerte, realmente, la época no acompañaba con la escena y cuanto más quería apresurarse para llegar, el viento más le dificultaba la visión, aun y así el mismo le trajo un delicioso aroma familiar consigo y ante eso lo primero que hizo fue mirar alarmado hacía adelante, buscando cualquier indicio de que su... ¿amante? Estuviese lastimado. ¿Enterrado? ¡Imposible! Hacía dos horas le había visto... Corrió prácticamente por el lugar, guiándose por su olfato. - ¡Eh! ¡Lobo! -

El grito por parte del que era su pelirrojo le hicieron irse en dirección opuesta a la que estaba. Si, si su oído no le fallaba ahora si estaba ubicado en la dirección correcta. Su paso se aceleró y mentalmente comenzó a cavilar en el mejor modo de estallar con los regaños cuando se encontrase con él. ¿Qué hacía a esas horas en ése lugar y con ése tiempo?. Gruñó quedamente, algo que ni la lluvia consiguió hacer callar. Allí estaba. Su lobo. Totalmente mojado y con una expresión que... Alargó posesivamente los brazos hacía él y le estrechó con tanta fuerza que incluso a él le dolió. No, no estaba en ninguna tumba. Estaba allí, junto a él. Pero entonces, estalló en su propia ira interna. - ¿¡Se puede saber que haces aquí!? – Le miró directamente a los ojos, sujetandole fielmente por los hombros.

Su ceño se frunció vagamente cuando escuchó la risita del menor. ¿Era realmente humano? A veces realmente dudaba de que se tratase de un humano normal y corriente. Los pensamientos del pelirrojo sin duda eran algo desconcertantes y él, siendo de otra raza debía admitir que eso era algo... Extraño. Suspiró suavemente cuando el otro le dio a entender que estaba bien, no obstante, el agarre en sus hombros fue firme. Pronto, en su rostro se dibujó lo que pretendió ser un gesto molesto; más que molesto. – NO debes salir de la escuela. – Afirmó los dedos en la delgadez de los hombros del otro y le zarandeo un tanto, lo necesario para apretar aún más la zona y hacerle ver al pequeño que hablaba totalmente en serio. - Si te vuelvo a ver fuera te... - Calló, no muy seguro de que amenaza soltar.