2. - Tu y ...

Vaciló al ver el cuerpo contrario tendido pero finalmente optó por pasar un brazo por debajo de las piernas de Tooru y hacer lo mismo con el brazo contrario por encima de la forma de sus hombros, arrimándole suavemente contra su turgente pecho mientras lo alzaba del suelo.

Estaban ambos cubiertos en sangre, pero para la suerte de ambos, era de noche y por ende, ningún profesor ni alumno les molestaría (exceptuando, claro, los que hicieran guardia). Se introdujo con sigilo dentro de la estancia dónde sabía que estaba la enfermería, abrió la puerta de una patada y la cerró con un seco golpe de su propia espalda. Ahora, a solas, podría cuidar el inerte cuerpo de Tooru.

Lo dejó suavemente sobre las sabanas y miró su expresión; Pálido. Estaba totalmente palido y cubierto en sangre de... Cerró levemente los ojos al pensar en ése rubio que había terminado por perder la vida entre sus manos. Las mismas manos que ahora acariciaban de manera gentil la frente del menor.

Intentó que el otro no viese que le acariciaba la frente pero dado que abrió los ojos y miró en su dirección el discrepar sobre haberse mostrado tierno o no, era algo totalmente irascible; Terminaría perdiendo la batalla. Dio un paso hacía atrás para darle espacio personal. Se esperaba un grito, un rechazo, una negación a estar junto a él, lo que fuera... Por ello, cuando le saludó tras el gemidito de dolor se le quedó viendo extrañado primeramente. ¿Recordaría algo?. – Oye... – Iba a darle una excusa, la que fuera, pero entonces se fijó en su torcido pie. Claro! Por eso no había corrido. Tendió las manos en dirección a ésa zona que sabía que le dolía, la que incluso él había recordado pisar con desdén.

Le observó de reojo mientras acortaba cada vez más la distancia interpuesta entre ambos desde un principio. Seguía atónito por la actitud del mejor. No hacía preguntas, no parecía molesto, ni asustado... incluso había reído. Si, no quedaba otra. Tooru debía de haber perdido la memoria, era la única explicación lógica. O al menos, esas eran sus especulaciones mientras que sus dos manos, también cubiertas por una capa de sangre seca rodeaban con cuidado la zona herida del menor. - ¿Aquí? – Miró hacía el cuerpo de quién le preocupaba en ése instante, haciéndole mover lentamente el tobillo para corroborar que se trataba de un esguince y no de una rotura.

Seguía sujetando el pie ajeno con delicadeza. Un esguince si sabía tratarlo por lo que no podía en entredicho que sin ayuda de un médico lograría curarlo. No era para nada complicado bastaría con inmovilizarle el pie y... Se quedó mirando el torso desnudo del herido cuando éste, sin aparente pudor, se quitó la camisa frente a él, mostrándole su cuerpo al desnudo. Se quedó por un momento anonado por la visión, pero pronto parpadeó y desvió nuevamente la atención al pie herido, momento en el que el otro habló.

- No sé de que hablas. – Susurró. ¿Qué debía decirle?. Si la contaba la verdad estaría condenando a un humano que no tenía nada que ver con el submundo de la especie a la que permanecía. Y mentirle... Apretó suavemente los dedos entorno a su tubillo. No, para su desgracia, no había perdido la memoria. Aun que quizás... Para eso aun estaba a tiempo. Que le olvidase, borrarse de su memoria... Alzó la mirada y le observó con aire inseguro.

Borrarle la memoria. La voz de Tooru le llegó lejana mientras su mente procesaba la idea. Era algo relativamente sencillo de hacer, todo vampiro poseía un don, y el suyo era ése precisamente. Nunca o pocas veces lo había utilizado, pues, por lo general, todo humano que caía en sus brazos le daba muerte a las horas. Era algo inevitable y que no podía controlar. Pero estaba a tiempo, podría salvar a ése humano si tal sólo...
La carcajada ajena le desconcentró y dejó de apretar su pie, pues se dio cuenta que estaba usando mas presión de la necesaria. Acarició la zona herida con apenas dos dedos y asintió una sola vez. – Se puede. – Susurró, dando claramente a mostrar un tono serio, lo haría. Olvidarse de él y...
Cerró con fuerza los ojos y sus brazos sin razon aparente rodearon con fuerza la frágil estructura de los hombros del menor y lo arrimó hacía si. El último abrazo, se juró. Pero... Soltarlo sería difícil.

Sería el final de algo que siquiera había comenzado. Lo rodeó con todas las fuerzas que restaban en él, sabiendo que aquello terminaría por acabar de la peor de las maneras. Cuando le escuchó abrió los ojos en toda su amplitud; En grande y redondo. Sorprendido y aturdido. No habían humanos con la mente tan pura cómo él; Lo sabía. Había terminado con la vida de incontables personas pero ninguna le había abrazado antes de desmayarse por el pánico. Nadie jamás le había susurrado palabras así.

Le apartó suavemente, teniendo las manos afirmadas en sus hombros, lugar dónde tensó débilmente los dedos en su forma. – Escúchame... – Su mirada se perdió en la del pequeño y por primera vez en años, habló con seriedad. – Voy a protegerte. Y... para ello... – Terminaría con su existencia en la vida de Tooru. Eso, sin lugar a dudas, sería un regalo. – Borraré tu memoria. – Antes de que pudiera decir nada, postró un dedo en los labios contrarios, haciendo una leve presión en estos. – Te voy a cuidar. -

No. Ése maldito humano no era normal y en vez de estresarle o desear su destrucción le provocaba una especie de ternura que ni en siglos había soñado manifestar. Su mano quedó entre las del menor y no hizo ningún gesto para liberarse. Era tres veces mas calido comparado con él, su piel era increíblemente suave... ¿En que mierda pensaba?. Sacudió visiblemente la cabeza y fijó sus ojos en los contrarios, clavándose en esa mirada de carácter infantil.

- ¿Y no te duele ahora? – Rugió. No solía mostrarse severo, pero en esa ocasión... Debía serlo por su bien. – Estaba apunto de comerte. ¿Es que no tienes miedo? - Eso era lo que más le inquietaba.. Que el otro siquiera se mostraba inquieto ante su presencia. Era capaz desujetar esa mano cubierta en sangre sin temblar.

Era extraño... Nuevamente ése diminuto ser estaba jugando con él como si no le importase el seguir viviendo o no. Puesto que, sus manos ahora le doblaban los dedos y los extendían en una especie de extraño y peculiar juego que no era capaz de entender. De todos modos se dejó al mismo, no muy seguro de poder replicarle nada.
Se quedó mirando con decisión ése que se había negado a una vida tranquila y fuera de peligros, pero con ello... – Estas forjando un pacto con un demonio... El cielo no se abrirá jamás a ti. – Susurró. Era totalmente cierto. De no aceptar su petición, el Limbo quedaría cerrado para siempre.

Sabía de todos modos cual sería la respuesta de Tooru por ello, aproximó lentamente su rostro en dirección del otro. Muy lentamente, con parsimonía, dejandole claro cual sería el gesto a realizar.

- Sí. – No, obvio que no era parte del pacto, de hecho, esas eran una de las cosas que en el caso de formular con un humano nunca debía darse. Las leyes del infierno prohibía sistemáticamente tener ningún tipo de relación amorosa u carnal con seres inferiores al puesto jerárquico, pero... Notó su duda y por ello esperó a que se mostrase confiado. No era algo a lo cual obligaría... O quizá si, pero seguramente no del modo esperado para un primer beso. De hecho, cuando ambos labios se unieron agradeció que fuera con la suavidad que Tooru había aplicado, así podría imitarla y tener cuidado con no parecer brusco. Primero, cerró los parpados segundo y cómo único requisito, abrió y cerró delicadamente los labios contra la sedosa comisura del humano, iniciando con ello un beso que seguramente le llevaría a un camino indeseado.

El suspiro del otro le hizo estremecerse entero, pues el aliento ajeno chocó sin piedad contra sus labios haciéndole sentir una extraña sensación en el estomago. Cuando Tooru se inclinó en su dirección él hizo lo mismo y cuando estaba apunto de profundizar el beso escuchó el débil quejido ajeno; Claro. Se había olvidado por unos segundos que tenía que aplicar la cura en el tobillo contrario. Y de todos modos, aquello fue lo oportuno; NO podía intimar con humanos.
- Voy. – Le dio mecánicamente la espalda y rebuscó en uno de los estantes en los que aparecían aglomerados todos los medicamentos.

Suspiro cuando el otro le dio la espalda, llevando dos dedos a sus labios, rozandolos de forma inconsciente. Elevo el rostro, observando el inmaculado blanco del techo, siendo cegado momentaneamente por la luz fluorescente.
-¿Porque estas aqui?-
Esa duda le habia asaltado repentinamente. No entendia porque un ser como el, ingresaria a una academia...A no ser...
-¿Por alimento...O algo mas?-

Rebuscó entre las médicinas allí aglomeradas hasta que dio con lo buscado; Un tarro que tenía una etiqueta negra. Ese era de los remedios más eficaces que había conocido en el mundo humano, no le sorprendía que el doctor encargado guardase eso allí. Después de todo, era un adulto listo... Se giró con éste y un par de vendas en dirección al peliazul y le mostró los elementos con los que procedería a curarle.

Su pregunta le hizo moverse inquieto hacía él, pero apoyando lo que sostenía en la cama y quitándole tanto el zapato como la calceta, le miró de reojo, intentando no prestar atención a que Tooru aún no vestía la camisa. – Algo más. – Susurró. No podía dar detalles concretos; Las paredes en ese lugar podían tener oídos. Pero... Era su lobezno. Era quién compartiría el secreto, por lo que... – Dark. – Susurró, quizás ni conociera esa sombra, pero él había sido enviada para exterminarla, si lo hacía, la recompensa del limbo era abolirle la pena de la condena sometida; Ser un demonio cuando su sed de sangre crecía.

Acarició suavemente la zona lastimada del pie ajeno con sutileza, paseando las yemas dónde sabía que le dolía.

Lo observo con curiosidad, pero aun asi tranquilo, esperando algun tipo de respuesta. Lo siguio con la mirada, atendiendo a cada uno de sus movimientos. Tomo aquel envase de etiqueta negra, observandolo con suriosidad, ya que no habia visto nada parecido antes. Aunque tampoco es como si se lastimara muy seguido.
-¿Dark?-
La confucion se hizo presente en su rostro, mezclado con una creciente curiosidad. Queria saber todo sobre el castaño, ya que le parecia algo muy interesante, pero talvez...Lo mas seguro era no preguntar

¿No sabía quién era Dark?. Seguramente era de los pocos y afortunados alumnos que aun no habían sufrido la desdicha de encontrarse con ése ser de la oscuridad. Por eso quizás no se veía con ningún rasguño aparente de ningún tipo. Suspiró suavemente. Era increíble que realmente alguien fuera tan inocente cómo para siquiera atender a los rumores de la escuela. – No, da igual. – Susurró. Si no sabía del tema, mucho mejor. Entre tanto, tres de sus dedos se untaron de la pasta aquella que residía en el tarro y procedió a pasar la mezcla sobre el tobillo del pelirrojo con cuidado, haciendo un suave masaje en la zona herida.

Solto un leve quejido, al sentir la fria temperatura de aquella mezcla. Observo atentamente el movimiento de aquella mano sobre su herida, casi como si estuviera hipnotizado.
-¿Porque no me lo dices?...-
La duda le asalto y levanto lentamente la mirada, fijandose en aquellos orbes verdodos que evitaban a los propios
-¿No seria mejor estas prevenido?-

Prevenido... Quizás si fuera, no lo necesario, pero lo justo para aquel que de un día a otro se había convertido en una de sus personas más importantes. Asintió con gesto quedo y ausente, que perdía intentando que el otro comprendiese lo que allí sucedía?. Suspiró suavemente y prosiguió acariciando el lastimado pie de su compañero con gesto ausente, perdiendo su mirar en sus propios gestos.
- Es una fuerza oscura. Algo que... – Clavó sus ojos verdes en el otro. – Jamás debes estar sólo con él... -

Le soltó totalmente y tras poner las correspondientes vendas, se dio media vuelta, viendole por ultima vez.

- Sé feliz con Ran... Yo he dicho cuanto debía. -

Y tras decir aquello, marchó, dejándole solo en el lugar.



{[ Escena Terminada }]